martes, 2 de julio de 2013

Dos críticas a "Mar de octubre". Pablo Corbalán / Santos Sanz Villanueva

Realismo testimonial, por Pablo Corbalán

Mar de octubre
Fundamentos. Madrid, 1989.
Páginas: 223 Pesetas: 955

Viaje al sureste y viaje en otoño. Un joven escritor emprende la ruta hacia las costas murcianas, en busca de las claves de un fragmento de su propia historia que piensa imprescindible para dar fin a la novela que le obsesiona. Diecinueve años antes, casi en su adolescencia, Martín y un amigo suyo hallaron el cadáver de una muchacha junto a las aguas de la orilla del mar Menor. Cómo murió, cuál era su identidad, en qué circunstancias se produjo aquella muerte, son cuestiones que necesita aclarar no ya para proseguir su tarea literaria sino para satisfacer su íntima ansiedad, ya que la novela en cuestión, establecida en gran parte sobre las huellas de su biografía, le ha obligado a dragar en su propio pasado, cuando, como veraneante, empezó a frecuentar la región. 

En este comienzo de Mar de octubre, Manuel Rico nos introduce en un mecanismo literario de características policiacas que concluirá por desembocar en un esquema pirandelliano en el que los personajes de ficción llegan a confundirse con los reales hasta el extremo que el propio autor aparece identificado en la memoria de la misteriosa muchacha muerta y ésta resulta ser uno de los personajes de su novela.

Pero la propuesta de Manuel Rico no se establece literalmente sobre la obsesionante investigación. Esta terminará por dejar al descubierto otra preocupación subyacente más sutil y más honda: la de la búsqueda de un tiempo perdido que han ido cubriendo los años de crecimiento biológico y de madurez y que en su día fueron acicate de esperanzas y de averiguaciones vitales y de cultura en un período postbélico en el que los miedos represivos iban siendo disueltos por nuevas perspectivas tan alentadoras como inconcretas. Aquel pasado fue el de toda una juventud casi adolescente que, en gran medida, ha ido dejándose ganar por la pasividad, la acomodación, el escepticismo o la desgana empujada por la desintegración de la vehemencia juvenil que no supo hallar su camino entre los espejismos de su laberinto. En esta madeja que se ha llamado del desencanto, Manuel Rico, repleto de legítima ambición literaria y testimonial e impuesto, con el mayor pudor, en la asunción del justo equilibrio entre esos componentes, se atreve, en estos tiempos de descrédito de la realidad, a ejercitarse sobre ella devolviéndole una vigencia que, como es natural, incluso en su vaguada social, tan estúpido resultaba negarla y suprimirla como sobrevalorizarla por sí misma. El autor sabe muy bien que todo depende del grado de sinceridad y autenticidad de quien intenta abordarla y del talento con que el realismo se aplique. En el caso de Mar de octubre el enfoque realista se impone como la clave expresiva adecuada para la motivación imaginativa escogida. Excelentemente meditada y equilibrada, lozanamente escrita y acuciantemente incentivada, la novela de Manuel Rico representa un interesante y positivo quiebro en tan repetidos insustanciales intentos por elevación que se están produciendo en la novelística de los últimos años.

Publicado en El Mundo. Libros. 4 de febrero de 1990.


Tradición realista, por Santos Sanz Villanueva


Otros tiempos más próximos centran el cogollo de la acción de Mar de  eoctubre, de Manuel Rico, libro también inserto en una tradición realista y crítica de la literatura que, no obstante, no escatima el derecho a la invención. El protagonista, un escritor que hurga en su memoria para encontrar un sentido a su vida, viaja a la costa murciana para completar una ficción que arranca de inconcretos, pero nítidos, recuerdos adolescentes. Allí, en el Mar Menor, desarrolla una investigación que aclara antiguos y ominosos hechos.

La línea narrativa, asentada en un planteamiento de intriga, con una trama bien urdida y con más de una sorpresa, suscita el interés que siempre posee el suspense inquietante. Pero todo ello no deja de ser el soporte de algo de más entidad: una especie de autobiografía moral, la de las aspiraciones y decepciones de la promoción que era joven por los años sesenta, a la que pertenece el propio Rico. Esta primera novela, que anuncia un escritor con porvenir, se adentra también en el sugestivo campo en el que vida y literatura entremezclan sus fronteras porque ambas se confunden en el relato de una misma y sola historia.
 
Publicado en Diario 16. Libros. Jueves, 15 de marzo de 1990.

NOTA: la crítica de Sanz Villanueva formaba parte de un recorrido por seis novelas de nuevos narradores, aparecidas en 1989 y bajo el título "Múltiples voces". Los autores eran, además del que suscribe: José Antonio Padrón, Alicia Giménez Bartlett, Ernesto Parra, Carlos Trías y Javier Sebastián.