domingo, 5 de enero de 2014

Reseña sobre "Fugitiva ciudad". Luis Bagué Quílez

En el XX, la ciudad fue escenario da las distopías fabriles, la apoteosis capitalista y una convivencia ambigua. Desde el laboratorio óptico de Poeta en Nueva York hasta la construcción discursiva de una “ciudad del hombre” (Fonollosa), el espa­cio urbano ha registrado las mutaciones de la vida social y del trasmundo psíquico. Fugitiva ciudad reclama un lugar destacado en esa línea. Supone una valiosa aportación al tema de la ciudad como ámbito de la educación sentimental y campo da batalla de las contiendas colectivas. Entre el retablo humano y el pormenor biográfico, la sensación da intemperie se proyecta sobre la iconografía de la periferia y el clima moral del desencanto. El mal del siglo XXI expande sus síntomas a un remozado inventario de lugares (poco) propicios al amor, al frustrado sueño de una aldea global o a las ruinas quevedescas que se ocultan bajo el skyline de la modernidad: “Ah de las calles solas, llenas / de amaneceres sucios”. De este modo, la memoria privada se inserta en una crónica universal. El regreso a la capital del dolor (‘Campos de trabajo. Las huellas’) o la continuidad de los “tiempos infames” (‘Tarde de guerra en Irak’) dan testimonio de la dimensión política de la  identidad. Así lo certifica ‘Formentor, medio siglo. 1959-2009’, escrito bajo la advocación de Gil de Biedma y el conmovedor réquiem ‘En la tumba de Gramsci’. En suma, el fláneur posmodemo de este libro personifica los trasbordos de un cora­zón que “viaja en cercanías” y se reconoce en el ADN de la condición urbana: "Soy / de una plaza cualquiera de una ciudad sin nombre”. 


Publicada en Babelia / El País. Sábado, 16 de enero de 2013