Publicada en Babelia / El País. Sábado, 16 de enero de 2013
domingo, 5 de enero de 2014
Reseña sobre "Fugitiva ciudad". Luis Bagué Quílez
En el XX, la ciudad fue escenario da las
distopías fabriles, la apoteosis capitalista y una convivencia ambigua. Desde
el laboratorio óptico de Poeta en Nueva York hasta la
construcción discursiva de una “ciudad del hombre” (Fonollosa), el espacio urbano ha registrado las mutaciones de la
vida social y del trasmundo psíquico. Fugitiva ciudad reclama un lugar destacado
en esa línea. Supone una valiosa aportación al tema de la ciudad como ámbito de
la educación sentimental y campo da batalla de las contiendas colectivas. Entre
el retablo humano y el pormenor biográfico, la sensación da intemperie se
proyecta sobre la iconografía de la periferia y el clima moral del desencanto.
El mal del siglo XXI expande sus síntomas a un remozado inventario de lugares
(poco) propicios al amor, al frustrado sueño de una aldea global o a las ruinas
quevedescas que se ocultan bajo el skyline
de la modernidad: “Ah de las calles solas, llenas / de amaneceres sucios”. De
este modo, la memoria privada se inserta en una crónica universal. El regreso a
la capital del dolor (‘Campos de trabajo. Las huellas’) o la continuidad de los
“tiempos infames” (‘Tarde de guerra en Irak’) dan testimonio de la dimensión
política de la identidad. Así lo
certifica ‘Formentor, medio siglo. 1959-2009’, escrito bajo la advocación de Gil de Biedma y el conmovedor réquiem
‘En la tumba de Gramsci’. En suma, el fláneur posmodemo de este libro
personifica los trasbordos de un corazón que “viaja en cercanías” y se
reconoce en el ADN de la condición urbana: "Soy / de una plaza cualquiera
de una ciudad sin nombre”.
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