Crítica a Fugitiva ciudad, de Manuel Rico / Hiperion. Madrid, 2012
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Calle de Frankfurt, una de las urbes de Fugitiva ciudad |
Una vez más, incluso con algún matiz
desconocido, un nuevo libro de Manuel
Rico contribuye a deslindar, a contracorriente, los rasgos temáticos que
constituyen un universo personal de las marcas de género literario que le acompañan.
Esta tradición esencialmente literaria, que sitúa el género en un lugar secundario,
prevaleció en el arranque de la modernidad literaria hispánica —Bécquer, Unamuno, Valle Inclán o Lorca—, con un feraz cultivo simultáneo
de diversos géneros, pero se ha ido diluyendo en distintas tradiciones —la poética,
la narrativa o la dramática— que cada día cavan zanjas de desconocimiento más
hondas unas hacia las otras. La obra de Manuel
Rico solo puede leerse, en su conjunto, como una heredera privilegiada de
aquella tradición literaria en la que el escritor anhelaba crear un mundo y un
estilo para conjugarlo en todas las formas literarias existentes. Que hoy
tantos escritores aspiren a escribir exclusivamente en clave de novela tal vez
sea una más de las muchas pérdidas que la literatura padece.
El libro empieza como acostumbra —en
un poema preludio—, con el halo simbólico de sus libros anteriores (“El viento
se deshace / en la orfandad sin tiempo que vive el sustantivo”), e
inmediatamente la primera sección —“De los barrios inciertos”— arranca en un
tempo andante que reúne los motivos esenciales de su memoria (los
domingos, el invierno, la periferia…) ordenados en relación a un contrapunto:
la llegada del siglo xxi. Alguna vez como lejano horizonte que ajustaba el
presente (“en la era / de todos los octubres, era el veintiuno / un siglo
imposible”), las más como un nuevo motivo de un viejo tema de Rico, el paso del tiempo: “sabes que el
siglo / tiembla en ellos [los jóvenes]” o “amigos cincuentones en este siglo
raro”.
La segunda parte, “Días en ti con
música de fondo”, con similares motivos se presenta como una pieza casi
musical. Un perfecto adagio. Un segundo movimiento, breve, lento,
concentrado, donde los motivos se desgranan con una poeticidad que transforma
los rasgos narrativos de una época en emoción pura. Así evoca, por ejemplo, el
tiempo de las reuniones políticas, literarias, civiles: “La voz bebida, la voz
acariciada, la voz / llorada. / El ronco terciopelo / de aquellas noches / que
nunca terminaba, o el pronombre nosotros / y la niebla y el frío y los
bolsillos / vacíos…”. Una escena que Rico
ha escrito en multitud de ocasiones, ahora interpretada en un tempo diferente,
casi un adagio.
“Más allá de las patrias”, tercera
parte, que bien podría lucir la mención de allegro, encierra la variante
temática del libro, que se podría enunciar así: la función de la memoria no se
agota en su valor retrospectivo de comprensión de la historia —colectiva, generacional
o personal—, sino que es una herramienta indispensable para la comprensión del tiempo presente y
futuro, y también del espacio recién conocido, ajeno a la propia memoria. Manuel Rico lo expresa con mayor
precisión y menos palabras en dos versos de estremecedora lucidez: “La certeza
futura anida / en las verdades de la memoria”. Toda esta sección escenifica el
proceso por el cual la memoria se convierte en el alfabeto que deletrea las
realidades recién conocidas. Así, por ejemplo, el poema “Praderas imposibles”
parte de una visión genérica de una urbe moderna contemplada en papel cuché:
“dentro de las ciudades hechas fotografía / en lujosos volúmenes de venta
limitada”. Inmediatamente la imagen desconocida apela a la memoria del sujeto,
cuyo imaginario no se hace esperar: “Viven allí las costureras residuales…” y a
partir de esta estampa de su tiempo se comprende también lo invisible en
el tiempo desconocido.
Fugitiva ciudad / Manuel Rico / Madrid, Hiperión, 2012
En revista NAYAGUA / Enero de 2013 / Número 18 Especial