Una poesía en la ciudad del hoy y la memoria, del yo y el nosotros
Crítica a Fugitiva ciudad, de Manuel Rico Madrid. Hiperión, 2012, 96 pp.
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Manuel Beltrán › Paisaje, 2013 Dasto (Oviedo) |
En este escenario urbano, que abarca los barrios, los polígonos industriales, los trenes y los hipermercados, se proyecta una experiencia que es tanto personal como colectiva, a la vez pretérita y presente: las manifestaciones contra la guerra de Irak traen el recuerdo de Vietnam; los McDonald’s son la prolongación de los «bares del miedo» de antaño, que olían a humo y a coñac Veterano; los seres perdidos que hoy viajan en autobús antes lo hacían en tranvía; los novios se olvidan la bufanda en el cine, y no se sabe si fue entonces o es ahora.
Esa experiencia también es la de la literatura y el arte. Recorren estas páginas los nombres de Eliot, Munch, Pavese, Machado, Rimbaud, Sharon Olds..., sin que el resultado sea un alarde culturalista; antes bien, la natural apropiación de una herencia de cultura que se funde más adelante con el legado amical en varios homenajes a escritores cercanos (Vázquez Montalbán, Dulce Chacón, Diego Jesús Jiménez, Juan Gelman) y que desemboca en la nostalgia de hitos no vividos personalmente (los encuentros de Formentor, en 1959) pero asimilados también como propios en virtud de los derechos del lector, del hombre de literatura.

Este aire de gran puzle de la memoria sentimental,
geográfica, social y libresca constituye el gran encanto y la fuerza esencial
del libro, que yuxtapone épocas, usos y
personajes y encuentra que la zozobra y las inquietudes y la plenitud
son siempre las mismas para todos los seres humanos. Sabedor de ello, «el
muchacho ya viejo que amó las periferias / urbanas y mortales, intentando
atrapar / la sombra de un poema» tiene para todos una mirada tolerante, una
palabra compasiva, sin que en ningún momento los poemas abandonen su fondo intimista y casi confidencial. No son
estos poemas sociales: son poemas humanistas. Un aire de gran puzle de la
memoria sentimental, geográfica, social y libresca constituye el gran encanto y
la fuerza esencial del libro, que yuxtapone épocas, usos y personajes y
encuentra que la zozobra y las inquietudes y la plenitud son siempre las mismas
para todos los seres humanos En la suma del autorretrato confesional, la
crónica colectiva y el ejercicio
memorialístico, lo reflexivo se impone en Fugitiva ciudad a lo elegíaco,
pues el pasado es un punto de partida y no solo la patria dela melancolía y la
nostalgia («Decir que hemos amado en el origen [...] es decir que amaremos en
el tránsito / del siglo XXI»). José Manuel Caballero Bonald ha resaltado en la
obra de Rico su «manifiesta proximidad con la historia vivida o que estamos
viviendo». Hablamos, por tanto, del presente inmediato, y los poemas de
Fugitiva ciudad se esfuerzan en esclarecerlo mirando lúcidamente hacia atrás
para seguir mirando hacia adelante. Una poesía
atenta a las vibraciones interiores y sensible al ruido del mundo, y que
consigue ser emocionante sin incurrir en énfasis innecesarios.
José Luis Piquero
Publicado en EL CUADERNO. Número 45. Mayo 2013. Oviedo.