miércoles, 9 de febrero de 2022

Sobre "Cuaderno de historia", de Manuel Rico

El texto que se publica a continuación es la crítica que en octubre de 2021 se publicó en la revista Nayagua, del Centro de Poesía José Hierro.

Alberto García Teresa

Certero en su formulación, el título del más reciente poemario de Manuel Rico (Madrid, 1952) nos sitúa en las coordenadas que vertebran todo el volu­men: la historia como relato colectivo, pero orientado desde la subjetividad (de ahí la minúscula) y desde la humildad de quien reconoce la complejidad de la realidad (lejos de absolutismos), así como la vinculación con la expe­riencia y la reflexión no sistemática (alrededor del concepto de cuaderno de anotaciones). Sin jugar a los enigmas, el propio autor nos aclara esta orienta­ción en el epílogo de la obra. Por un lado, señala que el trabajo con estos ma­teriales se inició en 2009 y que ha tardado una década en concluirlo. Afirma que se trató de un cuaderno que se inició con el poema «Calle Canal de Mo­zambique, 1963», en referencia al lugar donde creció, y el cual marca a la per­fección el sentido de todo este ejercicio poético. De esta manera, Cuaderno de historia recoge un conjunto de poemas que basculan sobre la experien­cia personal, pero atendiendo al entorno que lo rodea, tratando de conjugar la tensión de la vivencia en el presente, el magnetismo deformador del re­cuerdo y la conciencia (con cierta angustia) del paso del tiempo.


El lienzo "El abrazo", de Genovés, símbolo de cierta memoria de Rico 

Con el recuerdo se teje una atmósfera cálida, nostálgica, que acolcha y dulcifica los problemas y los conflictos vividos. El poeta emplea un registro narrativo que recupera estados de ánimo a través de la evocación, generada por los objetos o los espacios que observa. Con ello, Rico sabe ofrecer las pin­celadas exactas para, con una imperceptible precisión, detallar las escenas con unos pocos elementos.

Con el recuerdo se teje una atmósfera cálida, nostálgica, que acolcha y dulcifica los problemas y los conflictos vividos. El poeta emplea un registro narrativo que recupera estados de ánimo a través de la evocación, generada por los objetos o los espacios que observa

Nos sitúa en la periferia o en las afueras de una ciudad de mediados del si­glo pasado. Precisamente, esa ubicación es la que ejerce como observador en este poemario: justo en el límite, en la frontera de los acontecimientos, para poder contemplarlos con perspectiva, pero sintiendo aún el leve oleaje de sus consecuencias. Esa acción de asomarse físicamente aparece reitera­damente a lo largo de estas páginas, especialmente a través de una ventana. En ese sentido, este elemento nos remite a la citada construcción del hogar como refugio, como espacio seguro, en parte ajeno al devenir de la vida por su propia reclusión. La vida, así, en verdad, bulle al aire libre. Se celebra con la algarabía de la inocencia y de la despreocupación. El «yo» poético, entonces, asiste como testigo en su resguardo físico al recuerdo o a los acontecimien­tos. Quizá esa distancia también sea fundamental para permitir la reflexión, la introspección y la maduración filosófica, de las que estas piezas dan fe de su evolución. De hecho, los libros y la escritura (puertas al saber y al desarrollo personal) aparecen como algo cotidiano en todos los momentos del recorrido vital que constituye Cuaderno de historia. En esa ambivalencia entre necesi­dad de soledad, cierta timidez y el deseo de celebrar la vida se articula la ten­sión de la sociabilidad del «yo» poético. A su «primera ventana», no en vano, dedica un emotivo texto en las páginas iniciales del libro. En esa observación, se atiende a los restos, a lo que no está (tanto personas como objetos),y se los honra con cariño y gratitud por haberle permitido vivir. Pues, en el fondo, se trata de una voz agradecida la de Cuaderno de historia, satisfecha aparente­mente con lo experimentado y con lo que se está dejando como legado. Ade­más, es fundamental la memoria sobre los objetos. Resulta particularmente interesante esa evocación porque el poeta proyecta vida sobre objetos inani­mados; el recuerdo mueve dichos objetos y los lleva a viajar en el tiempo. En ese sentido, se debe destacar que la mirada del yo se posa sobre los objetos de su alrededor. Cada uno de ellos forma parte de un pedazo de la historia perso­nal. Otras veces, cobran valor simbólica Reitero la habilidad de Rico en acer­tar con objetos que son símbolos de toda una época o de un estado anímico.

Se trata de una mirada detenida, atravesada por la melancolía y la nostal­gia. Esta última se desgarra una vez que se ve arrastrada por el dolor de las ausencias. Entre ellas, destaca la de la esposa. Con ella dialoga en estos tex­tos; la apela en sus versos en varios de los poemas.
 
A su vez, es interesante atender a los espacios que aparecen en estos poe­mas. Los elementos arquitectónicos son muy relevantes para construir y diri­gir la mirada que posibilita la concepción del poema. Aparecen tanto espacios de intimidad y de recogimiento (la casa propia, en particular) como lugares públicos. En cuanto a los prime ros, como ya he apuntado, cabe señalar la ma­nera en la cual el hogar consta como espacio de protección: «en la casa / reside lo apacible». No existe una trasposición metafórica; la casa es el sitio donde todo está ordenado, en donde se garantiza el descanso ante el ajetreo y el bu­llicio de la vida y, cómo no, donde se permite el desarrollo intelectual La úl­tima sección del volumen, de hecho, está centrada en diferentes estancias de la casa y en la evocación nostálgica de lo sucedido en ellas.

En cuanto a los lugares públicos, la calle cobra importancia en tanto espa­cio donde suceden los acontecimientos y como elemento de cohesión social, de identidad de grupo: «La calle ha sido hogar para la historia / de los tuyos». En esa concreción, el autor no duda en nombrar calles y lugares específicos de la ciudad donde creció (Madrid). Así, ancla el recuerdo y lanza pequeños guiños de cómplice reconocimiento en el lector. Los paisajes urbanos que retrata dan también la sensación de soledad y de lejanía. Rico construye un distanciamiento que se basa en el efecto del recuerdo y también en la posi­ción del observador. Todo parece tamizado, como cubierto de una pátina de distancia que ralentiza la acción y permite sumergirse en las atmósferas. El autor se demora en lo apacible de lo recordado.

Rico utiliza un tono contenido, pausado, quizá sobrecogido por la concien­cia del paso del tiempo. Posiblemente, ocurre así porque reconoce la irrelevancia de muchos acontecimientos de su trayectoria, o porque reorganiza los valores o los parámetros para evaluar su relevancia y encuentra, final­mente, carencias irremediables. Aunque no se trata de un ejercicio de balance trazado por el arrepentimiento. Se trata de un pretérito imperfecto; un pasado que deja sus huellas en el presente. La voz de Manuel Rico se de­tiene sobre el discurrir imparable del tiempo. Mira, recuerda, evoca y hace balance. De hecho, «memoria» es una de las palabras más repetidas en estas páginas. La escritura posibilita esa reflexión. El autor consigue un registro fluido, acorde con la placidez del recuerdo, aunque introduce algunos enca­balgamientos que agitan el ritmo. Las páginas de Cuaderno de historia van reflejando el paso a la madurez mediante la compresión de las implicacio­nes de la enfermedad y de la muerte. Los hijos aparecen como parte de un linaje, como prolongación de una historia con la singularidad del añadido de los hitos particulares. La historia no pertenece a uno exclusivamente, así. Además, se plasma de esta manera la familia como hilo en el tiempo, no tanto como identidad. Al respecto, se encuentran en estos poemas alusio­nes nebulosas a la vida familiar, al recuerdo de la madre y del padre, donde pesa cierto remordimiento. Sin embargo, con el padre, concretamente, en el presente, encuentra concomitancias consigo mismo. La vida familiar re­cogida se circunscribe a la vivencia como niño y luego como abuelo. En ese sentido, es relevante cómo la infancia constituye un elemento nuclear en la memoria y en la evocación. La connotación de ingenuidad y de ternura que despliega sirve para atenuar la dureza de los tiempos vividos.
 
A partir de ahí, reitera la relevancia de asumir la subjetividad del relato, de la historia personal, aunque esté interconectada con la de los demás: «Es su historia: una imagen deforme de la tuya». Habla desde una conciencia ge­neracional, pero sin disolver la individualidad. Su recuerdo sentimental re­construye una época. Accedemos a la Historia desde su subjetividad. Pero, otra vez, son los objetos los que sirven de nexo objetivo, material, entre todos esos puntos de vista y de amarre en la elucubración o la deriva de la memo­ria («y el desván / que guarda los juguetes y otra parte / de su historia. / Y de la tuya»). Con todo, la vida se vive en relación con los otros. La memoria se intensifica con el recuerdo de las otras personas con quienes se compartie­ron los lugares y las experiencias recogidas.
 
Por otro lado, el escritor expresa la necesidad de la memoria histórica y arre­mete contra «quienes sembraron capas de desmemoria / sobre las cuestas y las fuentes». De este modo, deja constancia de la dictadura en la que vive su infancia y su niñez, así como de las diferencias sociales, que aparecen refleja­das mediante esos elementos urbanísticos y arquitectónicos tan significativos: «Una acera / puede conducir al inferno de los abandonados / o llenarte de sue­ños hechos de escaparates y maniquíes». A pesar de la represión y las prohibi­ciones, a pesar de vivir en un «mundo insuficiente», sigue creciendo el deseo y la inquietud vital e intelectual en el yo poético. En especial, recuerda el im­pulso de la juventud. Aun así, debe indicarse que su mirada nostálgica idealiza pasajes y momentos de esas experiencias transcurridas en un entorno hostil.
 
Por otra parte, debo hablar de un texto en concreto que, como reconoce el propio Rico, desborda los parámetros de este poemario. Se trata de «Encie­rro y soledad», el cual, como Rico indica al reconocerlo como un anexo al li­bro, fue escrito con la obra ya concluida (y en pleno proceso de evaluación por parte del editor). Sin embargo, por sus características, se trata de un ex­celente epílogo (aunque está situado al final del preámbulo) a Cuaderno de historia. Habla del confinamiento obligatorio durante la pandemia de la COVID 19, y constituye el poema más desolador del conjunto. En esos versos, la mirada contemplativa de Rico se tensa al mismo tiempo que es agujerada por el dolor del contexto de la pandemia. La soledad se acentúa y se dispara la nostalgia y, explícitamente, la labor de la memoria.
 
Finalmente, uno de los últimos tramos del libro está dedicado a la muerte (o a la noticia de la muerte, a cómo el autor se enteró de ello) de varias figu­ras culturales de referencia para él, especialmente poetas. En esas páginas, se acrecienta la melancolía y la conciencia de la fínitud de otros pasajes del libro.
 
Con todo ello, Manuel Rico comparte un laborioso trabajo de memoria que abre reflexiones, desde la nostalgia y con la apesadumbrada sabiduría de la experiencia, sobre nuestro lugar en el mundo.

Publicado en Nayagua de Octubre de 2021

4 comentarios:

  1. Me parece que el texto se ha copiado dos veces.

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  2. Muchas Gracias por la observación, que muestra una especial atención en la lectura. En efecto, estaba copiado dos veces. Ya está corregido. Un cordial saludo y lo dicho: muchas gracias por su atención. Manuel Rico.

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  3. Recomiendo con una entrada su blog en el mío. Reciba un saludo.

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  4. Acabo de subir una breve reseña sobre su novela Verano. Le felicito por ella. Está en mi blog En la Aurora.

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